viernes, 15 de noviembre de 2013

Idiocracia


Dice una de las leyes de Murphy que “es difícil volar como las águilas cuando trabajas con pavos”.
 
Lo cierto es que en general en España andamos anclados en una alarmante mediocridad que es además reconocida en ciertos ámbitos más como una virtud que como un defecto.

En el área política estamos representados por personajes sin ingenio ni talento, movidos siempre por la obsesión de mantener el poder a cualquier precio. Buena muestra de ello es la actual crisis, motivada por el saqueo histórico y sistemático de las clases medias y bajas a través de todo tipo de mercadeos.

Sólo una renovación completa de los actuales escenarios económicos y sociales  podría acabar con la depresión que vivimos y situarnos en un mejor escenario. Lamentablemente esto no ocurrirá ya que nuestros gobernantes carecen del ingenio y la motivación necesaria para llevarla a cabo. Consecuencia: tenemos por delante crisis para muchos, muchos años.

En el ámbito laboral las cosas no son mucho mejores. Cualquiera sabe que intentar utilizar, por ejemplo, el soporte técnico que nos ofrecen la mayor parte de operadoras telefónicas es un esfuerzo caro y baldío: o solucionamos el problema por nosotros mismos o ya podemos darnos por vencidos.

No hace falta tampoco mencionar en que se convierte el intento de acercarse a un organismo oficial para efectuar cualquier gestión: horas y horas de tiempo desperdiciado y viajes y más viajes de ventanilla en ventanilla. Vamos, que las cosas lamentablemente no han mejorado demasiado en nuestro país desde los tiempos del “Vuelva usted mañana” de Larra.

Pero no caigamos en la trampa de responsabilizar siempre al gobierno, a las instituciones o las empresas de esta situación. Cada una de estas organizaciones  está compuesta por individuos y es en el propio individuo donde nacen cada una de estas perversiones. Es cierto que los bancos han sido los primeros responsables de la actual crisis, ¿pero no es cierto que la avaricia forma parte de la naturaleza de cada persona?

Regresando al ámbito empresarial, lo cierto es que podemos ver a nuestro alrededor organizaciones enquistadas, corruptas – tanto a nivel económico como moral – que malgastan buena parte de sus esfuerzos en tratar de superar los problemas derivados de su propia incompetencia.  

Podríamos pensar que estos problemas son únicamente domésticos y que no tienen alcance más allá de las propias puertas de cada negocio, pero no es así. Cada minuto, cada hora, cada día desperdiciado en tareas que no están directamente relacionadas con la obtención del producto final acaba repercutiendo en su coste. Dado que este coste lo acabamos pagando los clientes de a pie, resulta que la sociedad en su conjunto está pagando también por la incompetencia de las empresas.  

La mejor forma de revertir esta situación empieza por fomentar políticas orientadas a detectar y potenciar el talento allí donde se encuentre. Debemos impedir que la mediocridad – personal o empresarial – prive a nuestras empresas y por ende a nuestra sociedad de poder evolucionar hacia mejores objetivos.