Después de
treinta años trabajando en el mundo de la informática - la mayor parte de ellos
dedicados a la Ingeniería del Software - pienso que ha llegado el momento de
empezar a trabajar en lo que podríamos denominar “mis memorias”.
Pienso en ellas
como un manuscrito lanzado al mar en una botella con la esperanza de que llegue
a manos a alguien a quien le pueda ser
de utilidad. Un último esfuerzo para intentar que tantos años de experiencia no
se pierdan en el vacío.
Me gustaría
decir que he vivido una vida profesional de vértigo acompasada a la velocidad a
las que las nuevas tecnologías se han desarrollado durante todos estos años. Si
fuera un procesador o cualquier otro componente de hardware probablemente sería
así, pero lo cierto es que a lo único que he podido asistir es a un verdadero espectáculo
de estupidez humana.
Estoy convencido
de que en rincones de nuestro planeta situados más allá de nuestra querida Españistán las cosas quizás sean
diferentes, pero por ahora en nuestro país de lo único que podemos vanagloriarnos es de la
paella y de la venta de apartamentos de playa a los extranjeros.
No nos
engañemos, nuestra amada patria – cuna de todas las repúblicas bananeras-, no
es puntera en nada más allá del paro y del analfabetismo funcional. El último estudio
PISA para adultos nos sitúa en la penúltima posición en comprensión lectora y en la última en
matemáticas de toda la OCDE. ¿Es este un escenario el adecuado para la
innovación tecnológica?
El proceso de
creación de software es algo que precisa de un alto rigor científico. El análisis
de los requisitos, el modelado de la información, la gestión de los procesos,…
son temas que no pueden dejarse en manos de ¿profesionales? sin la formación ni
el talento adecuado.
Sin embargo esto
es algo que podemos constatar diariamente. Quien lleva el suficiente tiempo
trabajando en este campo sabe que en las empresas españolas se gestan grandes proyectos
informáticos que se abandonan, en el mejor de los casos, antes de su puesta en
marcha.
Y digo “en el
mejor de los casos” porque en ocasiones ven la luz verdaderos engendros que
afortunadamente no sobreviven demasiado tiempo. Cómo solía decir a los
compañeros de cierto departamento: “Sólo vuestros
éxitos son más temibles que vuestros fracasos”.
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