Algunos pueden
pensar que la jerarquía mejora la eficiencia de una organización, y eso es
cierto aunque sólo en determinadas circunstancias.
Esta opción es aceptable cuando lo que esperamos es disponer de una estructura monolítica con un solo cerebro y un cuerpo que reaccione de la forma más rápida posible a sus órdenes. Es el caso, por ejemplo, del ejército.
Es impensable
que las órdenes de un general sean discutidas y votadas en asamblea por todos
los soldados antes de ser ejecutadas. Lo que se espera de una organización de
este tipo es que ejecute las instrucciones que le son suministradas de la forma
más rápida y eficaz posible. Y es por estos parámetros que juzgaremos la eficiencia de ese ejército.
Dicho de otra
forma los ejércitos están diseñados para actuar, no para pensar. ¿Este es el perfil
adecuado para una empresa moderna?
En la actualidad
lo que hace a una empresa más competitiva no es la velocidad a la que genera
sus productos o servicios, sino lo novedosos que resultan, su calidad y su
coste final… conceptos todos ellos estrechamente vinculados a la creatividad de la organización.
¿Y qué factores
contribuyen a la creatividad? Pues tanto la capacidad de generar nuevas ideas
de negocio como - y muy especialmente - la habilidad de entender su propia idiosincrasia,
es decir, sus procesos internos.
Una organización
sin capacidad de análisis, de autocrítica, de reconocer aquello que hace mal o
es mejorable, nunca mejorará su eficiencia.
Es en esta área dónde
la existencia de una jerarquía acartonada causa más daño ya que impide que
estas problemáticas afloren. Por poner un ejemplo, es como si un individuo
enfermo no quisiera saber qué mal le aqueja.
Una empresa no
es un ejército y no es - por tanto - un instrumento, sino un equipo de
profesionales interrelacionados a los que se les asignan determinados roles.
Hace ya decenas
de años que dejaron la utilizarse en informática las bases de datos jerárquicas
para pasar a los diseños relacionales, esto es, agrupaciones de información
interconectada a través de una red lógica
de relaciones.
Este tipo de diseño
es el que más se asemeja a la realidad, y en el que deberían inspirarse
los modernos equipos de trabajo.
Así, no hemos de
ver a un líder como a alguien situado en un plano superior sino como al
depositario de un rol concreto, en este caso el de facilitador de las tareas que le son encomendadas al equipo.
Aquella empresa
que persista en el error de no utilizar este tipo de estructura organizativa
está condenada a la ineficiencia y, en consecuencia, al fracaso y la extinción.
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